Eran tiempos fáciles,
sin fe,
sin incertidumbres.
Tiempos de colores,
de papel de regalo y celofán,
de olores muy ricos,
de besos y guitarras,
de vino dulce y caliente,
de frutas de mar,
de piñas tropicales,
de champagne y camisa.
Tiempos de un niño
que aún no había nacido.
Hoy,
soy creyente
(creo que Dios no existe)
y mi fe cuenta el tiempo,
como me enseñó la Navidad.
25 de Diciembre de 2006
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