Ayer,
yo vi la vida por tus ojos,
olí el sabor de tu boca,
toqué el aire de tus pasos,
me acariciaste como la tierra profunda
y el mar se abrió a mí,
como una palabra.
Ayer,
los sentidos se extraviaron
y la vista fue olerte,
el tacto fue gustarte
y todo mi cuerpo te oyó.
Ayer, estuvo la vida tan viva,
que hoy me parece mentira
que mañana tenga que morirme.
Se me abren las palabras y la carne
y mis palabras y mi carne te acogen,
mujer,
como si tú fueras Dios,
el camino, la verdad y la vida.