Eran los cazas de la base de Edwards,
rompiendo el cielo del desierto de Mojave,
haciendo temblar mi universo,
cuando atravesaban la barrera del sonido.
Eran los infinitos trenes de la BNSF,
rompiendo el silencio de la noche,
desvelando mí sueño solitario,
cuando hacían sonar su sirena a lo lejos.
Eran los fuegos artificiales del cuatro de Julio,
rompiendo las estrellas de Silver Lakes,
llenando de sus colores mis ojos,
cuando en la terraza del lago aparecían.
Eran las señoras de Helendale,
rompiendo los arquetipos de la moda,
inundando de más colores mis ojos
que todos los cuatro de Julio de la historia.
Eran aquellas señoras mejicanas,
rompiendo la soledad de mí casa,
agarrándose a mi alma con sus guantes,
cuando entraban (su vida a cuestas) a limpiarla.
Eran las escapadas del Domingo,
rompiendo el calor del desierto,
dándome el frescor de las montañas,
cuando llegaba a
Crestline por sus laderas.
Eran las excursiones puntuales,
rompiendo la monotonía de la vida,
Sta.
Bárbara, Big Bear Lake, Venice Beach…
cuando sentía que todo era extranjero.
Y eras tú en todo lo que era,
rompiendo con tu invisibilidad mis horas,
aferrando incorpórea mi razón,
cuando mi cuerpo quería ser tuyo.
Y eras tú en todo lo que era,
rompiendo todo lo que se rompía,
atestando cielos, universos, estrellas,
sueños, colores, soledades y cuerpos,
cuando mis ojos nombraban, en tu memoria, la vida.